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Café El Molino, siguiendo una tradición

  • Foto del escritor: Marcelo Beltrand Opazo
    Marcelo Beltrand Opazo
  • 30 sept 2023
  • 4 Min. de lectura

Quilpué, con el paso del tiempo, se está convirtiendo en todo un polo gastronómico en la región, mostrando y demostrando que más allá de los centros es posible, no solo la vida, sino que la mejor gastronomía. Tanto en actividades culturales como en restaurantes y cafeterías, los vecinos de Quilpué y Villa Alemana, ya no tienen que ir a otras comunas.

Dentro de lo nuevo, hoy encontramos el Café El Molino, en pleno centro de Quilpué. Un espacio acogedor y sabroso que ofrece, no solo buen café, sino que también recoge lo mejor de la tradición de los cafés, es decir, un lugar de encuentro y conversación; un lugar para hacer un alto, una pausa entre tanto ajetreo cotidiano. Pero también, un lugar para degustar la mejor pastelería y bollería, helados artesanales y mucho más.

Pero antes de seguir hablando del Café El Molino, quiero contarles de la historia de los Cafés, ya que cuando contextualizamos, cuando miramos hacia atrás, a la historia, podemos comprender nuestro presente.

Los cafés, a lo largo de la historia han tenido una rol fundamental en el desarrollo cultural y ciudadano. En ellos se han dado debates político y literarios, se han sellado amores y tratos comerciales, todo ha ocurrido en los cafés de cada ciudad. En memoriachilena.gob.cl, podemos encontrar lo siguiente sobre los cafés: “Los cafés son lugares donde la cultura del café y la literatura se unen. En Chile, los primeros cafés que aparecieron durante la Colonia imitaron a la taberna española y hasta allí acudían los jóvenes para jugar naipes y beber una copa. Sólo a comienzos del siglo XIX, los cafés proliferaron y la historia literaria y cultural de Chile empezó a escribirse en estos lugares. En Santiago, a partir de 1850 los cafés más concurridos fueron los que se encontraban al interior de los hoteles más lujosos de la capital. En esta misma época la aristocracia buscó otro espacio para reunirse, los hogares. Así, imitando la tertulia francesa, inauguraron el Salón literario, en el que, progresivamente, participó la clase media ilustrada y las mujeres. Por estos años, un grupo de selectos caballeros fundó El Club de La Unión, lugar donde se discutió la contingencia política y, además, se organizaron veladas literarias. En 1879 con gran pompa se inauguró uno de los más famosos cafés de la época: la Confitería Torres, donde se celebró el Centenario de Chile en 1910. A principios del siglo XX, la prosperidad del país se vio reflejada en los elegantes cafés que aparecieron en Santiago y en algunas provincias. En las décadas siguientes, el ambiente capitalino fue de mucho movimiento cultural y social, lo que incentivó la reunión de los intelectuales en distintos tipos de locales (bares, restaurantes, cantinas, cafeterías y salones de té).”. En Valparaíso, tuvimos el desaparecido Café Riquet, fundado en 1931 y que cerró en 2007. Hoy, está el Café del Poeta, o el Puro Café y tantos otros que, poco a poco, se van quedando en la memoria colectiva. Los cafés, son puntos de encuentros.

Así llego a la Cafetería y Heladería El Molino, en busca de esa larga tradición de los cafés en Chile, que junto al Café con Historia viene a aportar cultura y encuentros. Llego y veo cómo, Claudio y su equipo, han dado vida a un espacio en el que se pueden dar la pausa y los encuentros familiares, todo en un mismo lugar. Llego y observo. Las personas que hay, están todas conversando, animadas y cómodas. A pesar del ruido externo, los comensales disfrutan. E incluso yo diría, que gracias a ese ruido externo es que las conversaciones se hacen más intimistas. Y claro, no puedo dejar de reflexionar al respecto. Cómo nos hemos acostumbrado al ruido de la ciudad, ya no lo cuestionamos, ya no decimos nada por toda la contaminación acústica que las urbes modernas aportan, vivimos con ella como si fuera parte del paisaje y la mejor muestra de eso son los comensales del Café El Molino hoy en día.

Bueno, en eso estoy cuando me traen el sándwich Salmón rústico (bagels con semillas), carpaccio de salmón, queso crema, tomate, albahaca y romero, junto a un jugo natural. En este sándwich, se aprecia y disfruta el salmón, el queso crema le aporta lo cremoso y la albahaca junto al romero el frescor. Una propuesta sabrosa y bien preparada. El jugo, de dulzor preciso, aporta al sándwich. Luego degusté un exquisito café Chai latte vainilla / mango, lleno de sabores, muy reconfortante, que junto a un rico trozo de torta Holandesa (merengue, hojarasca, mermelada de frambuesa y crema pastelera) hacen el cierre ideal en el Café y Heladería El Molino.

Pero me quedo con gusto a poco, me quedo con ganas de seguir conversando y probando las tortas y helados, los sándwich y la buena compañía. Me quedo pensando en las toda las historias que hay detrás del café, del trabajo de Claudio y su equipo. De las historias de pandemia, que como todos pasamos ellos también tienen mucho que contar. En fin, en el Café y Heladería El Molino en Quilpué encontramos todo un mundo por conversar, mucha historia, mucho sabor.

 
 
 

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