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Construyendo historia en el Café con Historia

  • Foto del escritor: Marcelo Beltrand Opazo
    Marcelo Beltrand Opazo
  • 24 may 2024
  • 4 Min. de lectura



«No somos personajes, somos historias (…). Nos quedamos parados en la idea de ser un personaje empeñado en quién sabe qué aventura, aunque sea sencillísima, pero lo que tendríamos que entender es que nosotros somos la historia, no sólo ese personaje. Somos el bosque por dónde camina, el malo que lo incordia, el barullo que hay alrededor, toda la gente que pasa, el color de las cosas, los ruidos», escribe Alessandro Baricco en su libro Mr Gwyn. A estas palabras siempre vuelvo, ya que me permiten ver más allá de lo que somos, abarcar ese todo de nosotros mismos, pues, la suma de nuestras acciones, día a día, van conformando, construyendo nuestra historia. Somos esa suma de acciones y circunstancias que nos rodean y en las que nos vemos envueltos y en las que también somos protagonistas. Nosotros somos historias, no solo las contamos, también las vivimos. Las vivimos en un tiempo, pero qué es el tiempo, sino todas esas historias que vivimos. Para Heidegger «el tiempo es aquello en lo que se producen acontecimientos». Y los acontecimientos son esas acciones, esas circunstancias, todo lo que hacemos y que se convierten, finalmente, en historias. Somos historias.

¿Por qué hago esta reflexión, sobre el tiempo y la historia?, porque hay un café en Quilpué que tiene por nombre, Café con Historia, todo un concepto en sí mismo, ya que es en la pausa del café, en la conversación que se da en un tiempo determinado, que nacen historia y que las vivimos. Todo eso se da en el Café con Historia en Quilpué. Y en su página lo dicen: «Nuestro Café es el lugar perfecto para reunirse con amigos y familiares. Un lugar especial en donde un buen café se convertirá en un increíble momento, rodeado de historia y arte». Es decir, la invitación es para hacer una pausa en un tiempo de nuestras vidas, junto a otros, junto a la familia. Eso es el Café con Historia de Quilpué, el lugar para hacer historia, el espacio para contarlas y vivirlas. Un lugar en el tiempo, es decir, un lugar para nosotros.

Con música agradable y excelente atención, desde las nueve de la mañana podemos encontrar una gran variedad de cafés: americano, espresso, ristreto, vienés, cortado, el maravilloso chai latte, mocaccino, entre otros. Además, encontramos gran variedad de tortas, copas de helado, sándwich y jugos.

El día que los visité, degusté un sándwich Napolitano en pan ciabatta: queso ranco, tomate, jamón de pavo, aceitunas y orégano. Esta preparación tenía todo para el disfrute: sabores y crujencia. El pan estaba blando y crujiente, luego los ingredientes, que se aprecian tanto por separados como en el conjunto, creándose sabores interesantes, producto de la combinación entre el tomate, las aceitunas, el queso y el toque, el orégano. Este sándwich lo maridé con un jugo natural (dulzor exacto que no anuló los sabores del sándwich y además, aportó frescor).

Mientras tanto, la conversación y el ambiente se iban llenando de murmullos e intimidad, propicio para lo que hacemos y somos, historias. Es grato estar en un lugar y sentirse cómodo, ese es el secreto de un buen Café. Lograr que las personas se sientan con el espacio suficiente para que las palabras y la conversación fluyan. Ya lo hemos dicho, en los cafés, a lo largo de la historia han nacido amores, amistades y se han conjurado libros y reuniones memorables. El café, por sí solo, es un interregno. La pausa necesaria de día. Sentarse y en un Café y disfrutar del momento junto a una buena conversación, que puede ser de negocios como de amistad, es todo un ritual que hay que convertirlo en práctica, en quehacer cultural.

Luego seguimos con un trozo de torta amor (hojarasca, crema chantilly, suave capa de manjar y mermelada casera de frambuesa, junto a un chai latte (té chai negro, leche y especies). La verdad es que la combinación es perfecta, ya que la torta está suave en dulzor, la hojarasca delgada, el majar no es invasivo y la acidez de la mermelada le aporta el toque perfecto; por otra parte está lo aromático del chai latte, lleno de sabores exóticos, todo un café gourmet. La experiencia de comer dulces, es total, sobre todo cuando el dulzor es equilibrado. El dulce nos llena de placer al comerlo, revitaliza, si además, le sumo el espacio y la conversación, hace de la experiencia un grato momento. Dan a lo cotidiano la pausa necesaria.

En el Café con Historia, no solo están las historias de los comensales, sino que también se vive la historia del propio Café que nace como un proyecto familiar y con la idea de hacer las cosas bien y con calidad. Claudio Espinoza ha logrado dar personalidad a una esquina que se ha convertido en todo un polo gastronómico. Sobre el Café con Historia, en el segundo piso, tenemos el Origami, a la vuelta, el Sous Sol, o el Brasas del Sur en la otra cuadra, el Trota a cincuenta metros, y así, entre muchos otros. Todos hacen posible que la cultura gastronómica avance, evolucione y permita que los comensales tengan espacios para el disfrute, la conversación y la buena comida. El valor de la gastronomía está en que desarrolla y produce cultura.

La tarde estaba cálida cuando ya nos paramos de la mesa del Café con Historia, después de conversar y observar las dinámicas de día a día de los comensales, siendo nosotros mismos uno de ellos, nos vamos con la idea de que este Café en la esquina favorita de Quilpué, es el mejor lugar para hace una pausa, para construir historia, pero sobre todo, para vivir la mejor historia del día, la de nosotros mismo.


Anibal Pinto 698, frente a Plaza Refugio, Quilpué.

(32) 3227953

 
 
 

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