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África, tradición y encuentro familiar en Viña del Mar

  • Foto del escritor: Marcelo Beltrand Opazo
    Marcelo Beltrand Opazo
  • 24 may 2024
  • 4 Min. de lectura

El restaurante África, ubicado en la calle Valparaíso, ha sido, por más de 60 años, un espacio de encuentro para las familias. En sus inicios, era conocido como «El León», debido al nombre de sus anteriores dueños: la familia Starocelsky. Y fue en el año 1986 que pasó a llamarse África, continuando la tradición. Y como dice en su página web, «Un lugar de encuentro: El África es más que un simple restaurante; es un espacio lleno de historias que se han tejido a lo largo del tiempo. Aquellos que vinieron siendo niños de la mano de sus padres hoy regresan con sus propios hijos, rememorando alegrías y penas, revisitando lindos recuerdos. Es un lugar donde las generaciones se entrelazan y comparten momentos especiales».

Yo recuerdo que cuando llegué a Viña del Mar, hace 20 años, el África, fue uno de los primero restaurantes que visité. En ese tiempo, me llamó la atención su decoración, pero además, los buenos sándwich, y hoy, conociéndolo por dentro, tanto su carta como el trabajo de todo el equipo que lo hace posible, creo que es de aquellos locales que representan de mejor forma una larga tradición gastronómica, que junto a otros, como el Chez Gerald o el Anayak, forman parte del patrimonio de la ciudad. Y esto último no es menor, sobre todo cuando buscamos puntos de anclajes para construir identidad, para reconocernos. Los restaurantes nos ayudan a eso. Nos permiten construir recuerdos y vivir momentos únicos, sobre todo, cuando estos mantienen sus platos y la calidad de estos. Todos tienen una historia con el África. Lo mismo pasa con el Chez Gerald, o el Anayak, o el mismo Jardín Botánico de Viña del Mar. No hay viñamarino ni porteño que no haya estado en estos lugares. Por lo mismo, preservar y cuidar estos espacios culturales, no solo es responsabilidad de los dueños, sino que también de las autoridades. Tienen que haber un reconocimiento público de los lugares patrimoniales, pero además, debes ser cuidados.

Bueno, visité hace unos días la nueva propuesta gastronómica del África, la parrilla de carnes en el segundo piso. Ambientada especialmente para las carnes, aquí podemos encontrar cortes clásicos de la mejor calidad, pero sobre todo, con una preparación precisa.

Comencé con un Chardonnay sour, el que estaba fresco y muy gastronómico, ya que lo maridé con unas entrañas perfectamente asadas, muy sabrosas y blandas. Luego degusté un salmón a la parrilla, que estaba en su punto, pudiéndose apreciar en boca el ahumado de la parrilla, también se siente esa grasitud tan característica del salmón. Rico. Es interesante el pescado asado o a la parrilla, porque le agrega sabores que no se logran, por ejemplo, cuando se cocinan al horno.

Mientras degusto, pienso que es posible disfrutar de una buena comida, honesta, bien preparada y sin mayores pretensiones, con calidad. En eso estaba cuando me trajeron pollo al limón a las brasas, acompañado con un arroz cremoso y una ensalada de palmitos y palta. El maridaje estuvo a cargo, para este y los otros platos, por un cabernet sauvignon gran reserva de la viña Tarapacá. El pollo estaba jugoso y crujiente. Al igual que el salmón, se aprecia el ahumado de la parrilla, aportándole sabor al pollo. También acá la parrilla hace lo suyo, agregando, aportando sabores característicos. Me gusta. El pollo estaba muy bien cocinado, no estaba seco, cuestión que no es fácil cuando se prepara así. También se sentía el sabor ácido del limón.

Para un viñamarino, el África es parte de la historia, pero creo que se va a sorprender con esta nueva propuesta de carnes, ya que está bien pensado, entendiendo al comensal.

Y para terminar la degustación, probé un corte Angus, que seguí acompañando con el arroz cremoso y la ensalada. Estos dos acompañamientos (y digo acompañamientos porque lo central era las carnes) cumplen con lo que prometen, por una parte tenemos la cremosidad del arroz, que además, estaba sabroso, junto a los sabores más frescos de la palta y los palmitos, excelente combinación. Bueno, sigamos con la carne, esta, la pedí a punto y estaba jugosa y con mucho sabor (algo mantequilloso en boca). Claro, no puedo evitar pensar en estos sabores y aromas de la carne asada, que sin duda, nos remiten a tiempos primigenios, pero además, pienso en esos componentes químicos que actúan, dando forma a los aromas, por lo mismo, tenemos que saber que el aroma característico de la carne asada se debe principalmente a la presencia de aldehídos y cetonas. Estos compuestos se generan cuando la carne se expone al calor durante la cocción. Además, la carne contiene ciertos aminoácidos que se oxidan durante la cocción. Este proceso también contribuye al aroma umami, que es característico del sabor a carne (aporto esta información, porque creo que cuando sabemos, cuando tenemos el conocimiento, se disfruta mejor de las cosas y de la vida). El maridaje con el cabernet sauvignon estuvo perfecto. Ya que la intensidad de la carne se potenció con el vino. Todo un choque de sabores. Acá son los taninos los que pueden sostener los sabores intensos de la carne asada, por lo mismo, tenemos que saber que lo taninos en el vino son compuestos polifenólicos que se encuentran de manera natural en las uvas y en la madera de roble utilizada en la elaboración del vino. Estos compuestos aportan una textura astringente al vino, creando una sensación de sequedad en la boca. Además, contribuyen significativamente al color, aroma y sabor del vino.

Ahora quedaban degustar los postres, por lo que pedí unas papayas a la crema y unos celestinos con manjar y helado, maridado con un late-harvest de la viña Tarapacá muy bien logrado (sauvignon blanc 45%, Viognier 34%, Semillón 17% y Gewurztraminer 4%). El postre en una comida nos ayuda a equilibrar sabores y nos aporta energía (azúcar) rápida, sobre todo si se come carne. Estos dos postres tenían el dulzor preciso. Por una parte las papayas a la crema: frescas y cremosas; y por otra, los celestinos con majar y helado, la combinación perfecta de dulzores y texturas, que junto al late-harvest cierran una gran degustación.

Se está tranquilo en el segundo piso del restaurante, la música es grata y la atención excelente, pienso. Comer, placer que nos conecta con nosotros mismos. Degustar, saborear la comida diaria, simplemente disfrutar cada bocado. Comer, vivir, un momento, una pausa, tan difícil de hacer. Deténganse un instante y vivan la experiencia de comer tranquilos, sin apuros y les aseguro una buena experiencia. Miro a mi alrededor y observo el espacio de tranquilidad, y puedo asegurarles que en el África, es posible comer bien, en un lugar con historia y con la mejor atención.

 
 
 

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