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Los ciclos del vino en la Loma Larga


La vida y sus ciclos. Etapas, momentos de renovación, de crecimiento y regeneración. No somos un continuo, ni una línea recta marcada de hitos y fechas, somos más y somos menos. Somos la suma de ciclos renovadores, ciclos vitales que observados detenidamente, son los pequeños movimientos que nos constituyen, nos van formando, entregándonos la savia nueva para enfrentar un nuevo ciclo. Tenemos un tiempo, somos el tiempo. Y como parte de la naturaleza, entenderla, es vital, ya que formamos parte de ella, con nuestro tiempo, con nuestros ciclos, adaptándonos a ella, acoplándonos a sus ritmos. Vemos crecer los árboles, pero también, vemos como estos se secan y duermen. Como la vid, que vive y se desarrolla, inmersa en los más diversos terroir, en condiciones de las más adversas. Vive y muere en cada ciclo. Vive y renace en cada etapa. De febrero a septiembre la etapa de crecimiento: brotación, floración y envero; de febrero a mayo, un nuevo ciclo de formación de reservas: agostamiento del pámpano, madurez de frutos y caída de las hojas; y de mayo a septiembre, reposo: período en que se movilizan las reservas, para iniciar un nuevo ciclo, el eterno retorno. Una y otra vez se vuelve, al mismo ciclo, que no es otra cosa, que la vida misma. Se podan, se prepara la tierra, se cosecha y se espera. Mientras tanto, la mano del hombre trabaja el vino en la bodega, con etapas y ciclos propios, siempre, a la espera del renacer de la planta.

Entonces, ¿qué es la vendimia?, sino, la ritualización del fin de un ciclo y el inicio de otro. La celebración del nacimiento de nuevos vinos y la culminación de lo que dio la vid. Tiempos de vendimia, tiempos de fertilidad y de renovación. La palabra vendimia proviene del vocablo latín “vindemia”, la cual a su vez está compuesta por “vihum”, que traduce “vino” o “demere”, que tiene que ver con los verbos cortar o quitar, de allí que su acepción sea referida al momento en que se quita, corta o recoge la uva que va a ser destinada a la producción de vinos.

Para celebrar este nuevo ciclo, quisiera recomendar dos vinos de la viña Loma Larga del valle de Casablanca. El primero, un Cabernet Franc, Gran Reserva 2015 del valle de Casablanca. Esta cepa de origen francés, se adapta muy bien al clima frío, dando como resultado vinos intensos y elegantes. De rojo con tonalidades ladrillo, de capa media. En nariz, es complejo e intenso, con aromas que pueden ir desde la frambuesa a la ciruela, pero también podrán encontrar aromas florales y leves notas herbáceas; luego, al oxigenar la copa, agitándola, se reconocen aromas a especias y algo de caramelo y chocolate amargo. En boca, de ataque seco, elegante, rico en taninos, redondo y equilibrado, que al tragarlo, nos deja un retrogusto a ciruela y una larga persistencia, es decir, de final largo. El segundo vino que quiero recomendar, es un Syrah Gran Reserva 2015, también del valle de Casablanca. Este vino, es de un rojo púrpura de capa alta. Al hacer la olfación, encontramos aromas florales, especias y fruto negro, además, la nota cárnica, propia del Syrah, está atenuada y armonizada con los otros aromas, creando un conjunto complejo y equilibrado; si movemos la copa, encontramos aromas mentolados y algo de vainilla. En boca, de taninos crujientes, es sabroso, de sabores a ciruela y fruto seco. Fluye con cuerpo, dejando un largo y agradable final.

En resumen, dos vinos elegantes y bien logrados, perfectos para celebrar el fin y el inicio de un nuevo ciclo.

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