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Pasión y Vinos en el Sous Sol de Quilpué


Pasión y experiencia, son dos conceptos que resumen perfectamente el hacer del Sous Sol Restaurante en Quilpué. Y no puede ser de otra forma, primero, no se puede llevar adelante un sueño sin pasión, sin creer que ese sueño, por difícil que sea, saldrá adelante, a pesar de todo, cuestión que los hermanos Páez, socios del Sous Sol lo saben.

Por otra parte, está la experiencia del saber hacer, es decir, aprender de los detalles, del día a día; aprender, observando la transformación de la materia, y comprender, que finalmente, es esa transformación la que sorprenderá al que degusta los platos de su carta.

Comenzamos con la visita a la cava, lugar privilegiado del restaurante, donde se encuentran vinos boutique y pequeñas producciones. Ya en la terraza, de entrada, una nos sorprende una delicada infusión de jengibre caliente para poder limpiar las papilas gustativas, brebaje asertivo y original, pensando en los aperitivos tradicionales. Luego, unos originales panes de cardamomo, hechos en casa, con una hermosa presentación, para untar en tres salsas, una de pesto, otra de betarraga y la última, de ajo. Sabor, textura y color.

A continuación, un Sauvignon Blanc del valle de Casablanca del año 2015, de la línea Ritual de la viña Veramonte y un ceviche de salmón, con cebolla morada, palta y leche de tigre. El vino, de color amarillo paja con tonalidades doradas, límpido y brillante. De aromas cítricos, floral y herbáceo, con aromas a ají verde y piña. En boca, se percibe con cuerpo y estructurado, con una acidez justa, que entrega el frescor preciso. Al tragarlo, los aromas y sabores cítricos permanecen, sabrosos, dejando en boca la mineralidad propia del valle. Y el ceviche, con la acidez ideal, sin opacar al Sauvignon Blanc, con la untuosidad justa, logrando la fusión entre la bebida y la comida.

Después, pasamos a unos Ravioles de Loco, en salsa de vino blanco y miel, y lo maridamos con un Cabernet Sauvignon, Gran Reserva, 2016, Cota 500 de la viña Andes Plateau. En este vino tinto, intenso, tanto en color como en aromas (gracia a la altura, 500 msnm), se perciben frutos negros, ciruela y especias. En boca, encontramos cuerpo y densidad, fluye pesado, mientras los taninos se acoplan con los sabores de la fruta negra. Es un vino complejo y agradable de beber, que permite ser maridado con estos ravioles y con el Salmón sobre quinua en pesto y vegetales salteados, presentado después. Los dos platos, perfectamente ejecutados y emplatados, se desplegaron en toda su complejidad, mientras que el Cabernet Sauvignon, se expresaba plenamente. La experiencia continuaba y un excelente bajativo de su autoría en base a hiervas ahumadas.

De postre, brownie de chocolate belga, acompañado de helado de mandarina, más, una copa de tiramisú. Dos postres armónicos y equilibrados. Y para cerrar, un café Marley.

Mientras escribo esta columna, no puedo dejar de recordar las palabras de Alejandro Páez, uno de los dueños del Sous Sol Restaurante, que orgulloso, nos hablaba del trabajo en equipo en la cocina, del valor de hacer y aprender haciendo, de la pasión, del arte y de la experiencia. Palabras que toman sentido en sus platos.

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