“Existe más historia que geografía en una botella de vino” (J. Kressman)
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Todos los sentidos en un ensamblaje
Admin
1 jul 2017
2 Min. de lectura
La objetividad es una ilusión que nos abruma. Ya que lo que prevalece y existe entre el mundo y nosotros, entre nosotros y los otros es solo subjetividad, interpretación de acciones, palabras dichas y no dichas. Interpretamos la parte que vemos de la realidad, realidad fragmentada y segmentada.
Necesitamos puntos de referencia, anclas que nos permitan sostener discursos y opiniones que vayan más allá del sentido común, sentido común que nos cobija muchas veces. Es así como nos aferramos a lo que vemos, tocamos y degustamos, nos aferramos a esas experiencia que nos acercan a espacios seguros, donde la subjetividad se aleja unos segundos y creemos que lo que bebemos, comemos o vemos es visto, comido o bebido por otros de la misma forma que nosotros. Así, podemos vivir y compartir con los otros, podemos socializar, podemos convivir en comunidad. La comida y el vino nos acercan y enriquecen, nos dan placer y nos otorgan la vivencia de que formamos parte de un todo armónico y equilibrado.
Por lo tanto, el desafío es interpretar sin interpretar, sin los prejuicios que hemos llevado a lo largo de los años, bajar barreras y abrirse a la experiencia de los sentidos. Y en este caso, abrirse a la experiencia de un buen vino, con un buen queso, por ejemplo. Y como escribió en 1964 Susan Sontag en su ensayo “Contra la interpretación”: Lo que ahora importa es recuperar nuestros sentidos. Debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más.
Para ello, propongo comenzar con un ensamblaje de la viña Ríos & Meza, un vino que han nombrado como Mesías, un ensamblaje que contiene 60% de Cabernet Sauvignon, un 37% de Merlot y un 3% de Petit Verdot. Con estas cepas se ha creado un vino que ha permanecido durante 30 meses en barrica francesa de primer uso con tostado medio, más 18 meses en botella. Un ensamblaje con cuerpo, donde la barrica no es invasiva, permitiendo apreciar la estructura del Cabernet Sauvignon, con un toque algo verde del Petit Verdot. De color rojo púrpura intenso, límpido y brillante, este vino se abre lentamente. De aromas complejos, en que al mover circularmente la copa para que el vino se oxigene, se perciben aromas a fruto negro, a ciruela seca, algo de dulce de membrillo, flores y especias, como pimienta blanca y algo de cuero. En boca, es de taninos sedosos, fluye goloso por esa fruta seca como pasa. Este vino es complejo e intenso en boca, de final largo. Lo recomiendo con un queso azul Papillón de la línea francesa de Quesos Santa Rosa. Untuoso y salado se equilibra perfectamente con Mesías.
Abrirse a la experiencia de los sentidos: ver más, oír más y sentir más.