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Carmenere Anlu y el origen de la cepa

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 2 jun 2017
  • 2 Min. de lectura

El filósofo Michel Foucault escribió en uno de sus libros que lo propio del saber no es ni ver ni demostrar, sino interpretar. Leo esta frase y pienso en el conocimiento acumulado en la elaboración de vinos, sobre las cepas, sobre los aromas y sobre el consumo. Pienso en ello y su aplicación al mundo sensorial, y en particular, al mundo del vino.

Desde allí, no puedo dejar de preguntarme, sobre el redescubrimiento de la cepa Carmenere en Chile, en tanto oportunidad. Conocemos su origen y su historia; conocemos algunos resultados de vinificación y cultivo en distintas zonas de Chile; y conocemos también, la valoración que de ella hacen los propios consumidores.

Por tanto, podemos interpretar todo este saber, como una oportunidad, oportunidad de instalar nuevos saberes en torno a esta cepa singular y que aún tiene tanto que decirnos. Oportunidad de disfrutar de vinos originales y distintos.

Más aún, cuando fue la casualidad la que nos llevó al Carmenere. La casualidad, ese componente casi mágico que ha estado presente a lo largo de la historia.

Entonces, de la cepa Carmenere sabemos que es una cepa francesa muy antigua, y se cree que muchas otras cepas provienen de ella. Los orígenes están en la región del Médoc, en Burdeos, donde ya no quedan vides de Carmenere producto de la plaga de filoxera en 1867. En Chile, la cepa fue descubierta en 1994, por el ampelógrafo francés J.M. Boursiquot, acompañado del enólogo chileno Philippo Pszczolkowski, en los viñedos de la Viña del Carmen, en Alto Jahuel.

Como ejemplo de lo que digo, hoy tenemos un Carmenere del año 2014 del Valle del Maipo, de la Viña Anlu, viña boutique que solo embotelló 1.000 botellas. Este vino, es de un rojo rubí, con tonos violeta, intenso. Al hacer la olfación, encontramos unas notas sutiles a caramelo, violeta, fruto negro y ciruela, unos aromas secundarios a plátano y algo de aromas terciarios como el cacao y el humo. Un vino complejo en nariz. Y en boca, es atractivo, de taninos sedosos, aterciopelado, redondo, muy bien estructurado. Un vino persistente en boca con un largo final. En definitiva, este Carmenere está muy bien logrado.

Vino que nos habla de la cepa como tal, de lo dúctil y particular que puede llegar a ser según el terroir, según el valle. Por lo mismo, creo que tenemos aún mucho por delante, mucha experimentación, para saber cuál es el mejor valle y cuál es la mejor vinificación para esta cepa. O mejor dicho, la oportunidad de descubrir las particularidades que cada valle nos puede dar, diferenciando y potenciando a esta cepa única en el mundo.

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